lunes, 13 de noviembre de 2017

La erosión amenaza los terrenos quemados en octubre en O Courel

El biólogo Javier Guitián señala que ya se están produciendo arrastres de tierras

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JOSÉ L.M. VILLAR

FRANCISCO ALBO
MONFORTE / LA VOZ 13/11/2017 07:53 H


El incendio forestal que a mediados de octubre quemó en torno a 150 hectáreas de monte en la sierra de O Courel ha causado uno de los peores estragos ambientales que se han registrado en este territorio en los últimos años. Tal es el parecer del biólogo Javier Guitián Rivera, catedrático de la USC y autor de una guía de la flora de la sierra, que esta semana realizó un examen sobre el terreno del área incendiada. Hasta ahora no se había efectuado una valoración de este tipo. «La superficie afectada puede que no sea muy extensa, pero el daño medioambiental y paisajístico es muy serio, bastante peor de lo que esperaba», señala. El siniestro se produjo en el valle del río Pequeno, un zona de especial valor ecológico encuadrada en Red Natura y perteneciente a la parroquia de Meiraos.

Guitián apunta que el incendio destruyó importantes masas boscosas de rebolos -Quercus pyrenaica-, abedules y cerezos silvestres, así como áreas de matorral. El biólogo señala que en la parte alta del monte el fuego también afectó a unas zonas de pasto de suelo calizo que albergan comunidades florales de notable valor. No obstante, puntualiza que todavía no pudo examinar estos terrenos desde cerca, por lo que por ahora es difícil valorar los daños.

A la destrucción de la vegetación -indica Guitián por otro lado- se suma el efecto erosivo de las lluvias caídas durante las últimas semanas en las áreas quemadas, que se encuentran en gran parte en terrenos de fuerte pendiente. «Parece que estas precipitaciones no fueron de mucha intensidad, pero se nota que ya hubo pérdidas de tierra», comenta. La presencia de estos arrastres mezclados con ceniza es perceptible en la cuneta de la carretera que atraviesa la zona.

En la misma zona ya se había producido en el 2012 un incendio de grandes dimensiones que arrasó cerca de 2.300 hectáreas. Otro siniestro mucho menos importante -de unas diez hectáreas- se registró el pasado enero. Javier Guitián indica que el incendio de octubre ha afectado a espacios que ya habían ardido con anterioridad y en los que la vegetación había empezado a regenerarse. «A consecuencia de todo esto, los suelos han quedado muy dañados y desprotegidos, y el nivel de erosión de las laderas puede ser fortísimo si en los próximos meses hay lluvias intensas», afirma. Las cenizas -agrega- podrían llegar al contaminar el cauce del río Pequeno, ya que por las tierras quemadas pasan algunos pequeños arroyos que desembocan en él.

Operaciones de prevención

A juicio del biólogo, en las laderas donde las pendientes son menos acusadas cabe la posibilidad de intentar frenar la erosión depositando capas de paja sobre la superficie del suelo, como se ha hecho en los últimos años en otras partes de Galicia. Esto es algo que no se pudo hacer en las áras afectadas por otro grave incendio que se produjo en la sierra -en este caso, en el valle del río Lóuzara- en junio del 2015. El fuego dejó desprotegidas unas laderas sumamente empinadas que en los siguientes meses sufrieron una fuerte erosión. En esta zona, según explica Javier Guitián, la vegetación se está regenerando con mucha lentitud y los efectos de aquel incendio siguen siendo muy patentes cuando han pasado cerca de dos años y medio.


En cambio, según Guitián, la vegetación parece estar recuperándose satisfactoriamente en otra zona quemada por un incendio el pasado abril en las cercanías de Seoane do Courel, a pesar de que se trata también de terrenos empinados.